Una mañana hice pasar el cielo por el ojo de una aguja, escribí el mar en un muro desconchado. Son baratijas, las lunas. Desoigamos el lamento de la noche. Quién teme a los lobos a plena luz del día.
la ciudad abraza al mendigo,
yo ya no espero nada.
La belleza es un ojo deforme.
Ha partido el barco
La belleza es un ojo deforme.
Ha partido el barco
y el muelle es un cadáver reposado.
Así también el tiempo: el grano de arena que cae y ya no es tiempo. O la lluvia dentro del árbol centenario. O el puente trazado entre la mano y una estrella que sostiene todo el firmamento.
es hora de volver.
Nadie
sabe a dónde, pero
es hora de volver.
La patria del extranjero es la frontera. El límite del ojo es su propio agotamiento. Encendamos nuestras velas en las playas desiertas.
La patria del extranjero es la frontera. El límite del ojo es su propio agotamiento. Encendamos nuestras velas en las playas desiertas.
Fotografía: Cris Domercq
Texto: Juan Bello
2 comentarios:
La playa desierta o El poema que me hizo llorar.
Increible!
Publicar un comentario